sábado, 25 de abril de 2020

Ilíada


Homero. 1982. Ilíada. Ediciones Orbis. (Traducción de Luis Segalá y Estalella).

La Ilíada es un poema mítico con raíces históricas. Vamos a centrarnos en su vertiente literaria, dejando aparte su mayor o menor veracidad histórica. En cuanto obra literaria, su narración se divide en dos planos claramente diferenciados, que están permanentemente conectados entre sí: el mundo de la ilusión, habitado por los dioses del Olimpo, y el mundo de la realidad, habitado por seres humanos. 

El primer plano es un mundo ficticio, creado por la imaginación para dar sentido al mundo. Está habitado por dioses que no son más que hombres engrandecidos, que manejan a los hombres reales como si fueran sus juguetes o muñecos. Estos dioses son lo contrario a seres virtuosos. Se dejan llevar por la soberbia, el orgullo, los celos, el engaño, la traición y las más bajas pasiones. Porque, ¿cómo puede existir un dios misericordioso y omnipotente en un mundo tan caótico y ruín? Si el mundo es un lugar de violencia y sufrimiento es porque los dioses que los gobiernan son también seres viles y dominados por las pasiones. Hay uno, Zeus, que los domina a todos, y que tampoco es un dechado de virtudes. Estos seres ficticios son los que manejan a los hombres como títeres. Ellos son los que manejan los hilos de las peripecias de la Ilíada, los que deciden cuando empiezan y terminan las guerras, los que susurran mentiras en los oídos de los humanos y les empujan a actuar irracionalmente, coléricamente. Zeus es el que ordena al sueño instaurar en la mente de Agamenón la descabellada idea de que era posible conquistar Troya, para que azuce a los aqueos a la batalla. 

"Anda, pernicioso sueño, encamínate a las veleras naves aqueas, introdúcete en la tienda de Agamenón Atrida, y dile cuidadosamente lo que voy a encargarte. Ordénales que arme a los aqueos de larga cabellera y saque toda la hueste: ahora podría tomar a Troya, la ciudad de anchas calles... Dijo, se fue y dejó a Agamenón revolviendo en su espíritu lo que no debía cumplirse. Figurábase que iba a tomar la ciudad de Troya aquel mismo día. ¡Insensato! No sabía lo que tramaba el Cronida, quien había de causar nuevos males y llanto a los troyanos y a los dánaos por medio de terribles peleas" (Canto II, pp. 25-26).

Está claro el mensaje: las locuras a las que se encamina el ser humano son fruto de las ideas que ha creado su imaginación desbordante en forma de mitos, religiones, utopías y dioses. Este mundo ficticio es el que mueve al hombre y le impide estarse en quieto en una habitación, como diría Pascal. Le hace cometer las mayores proezas y también las mayores tropelías, acceder a las más altas cimas y descender a los infiernos. Este mundo imaginario de dioses es el que le habla al oído y pone en marcha guerras y conquistas, crea nuevos imperios y destroza los anteriores. Es el mundo de las historias y mitos que dominan el inconsciente colectivo, las historias de las que habla Harari en su libro Sapiens y que han movido a la humanidad a avanzar y retroceder sin descanso. Es Zeus dentro de la mente de Agamenón el que pone en marcha todo el horror de la guerra que se narra en la Ilíada. De la misma forma, Atenea hace otro tanto dentro de la cabeza de Odiseo. 

"Hijo de Laertes, de divino linaje! ¡Odiseo, fecundo en recursos! ¿Huireis a vuestras casas, a la patria tierra, embarcados en las naves de muchos bancos, y dejaréis como trofeo a Príamo y a los troyanos la argiva Helena, por la cual tantos aqueos perecieron en Troya, lejos de su patria?" (Canto II, p. 29)  

Los dioses están durante toda la Ilíada batallando entre ellos y entrando en las cabezas y corazones de los hombres para instigarlos a unos contra otros. Este mundo ficticio está continuamente interfiriendo la realidad,  condicionándola y determinándola. 

"Y los dioses inclinaban alternativamente en favor de unos y otros la reñida pelea y el indeciso combate, y tendían sobre ellos una cadena irrompible e indisoluble que a muchos les quebró las rodillas" (Canto XIII, p.207). 

Por otro lado, el segundo plano de la Ilíada, es el plano de la guerra en su más cruenta descripción, el plano de la realidad. La realidad más cruda, aquella en la que viven y batallan hombres de carne y hueso, que sufren por su esposas e hijos, que tienen miedo, que enloquecen de ira y celos, que se pelean entre sí como niños, que huyen como cobardes y se enfrentan como héroes, a los que se les astillan los huesos y sangran como bestias. La Ilíada no es en absoluta una apología de la guerra, sino todo lo contrario. Es el libro más antibélico que he leido: muestra a los hombres  conscientes del horror de la guerra y de todo lo que pierden al luchar enloquecidamente unos contra otros, al enfangarse en una realidad infame a la que le han conducido los monstruos de su imaginación.



La Ilíada (texto completo de la traducción de Luis Segalá y Estalella) 

La Ilíada, la guerra de todos nosotros (EL PAÍS) 

La Ilíada, apología de la paz (LA VERDAD)


No hay comentarios:

Publicar un comentario