jueves, 31 de octubre de 2019

Abre los Ojos


Amenábar, Alejandro. 1997. Abre los Ojos.

César es el prototipo del hombre moderno en la sociedad capitalista: rico heredero, empresario exitoso, eterno adolescente, bien parecido, parece sacado de un anuncio de perfume. No hay mujer que se le resista, amante consumado, todos sus deseos se hacen permanentemente realidad. Representa el ideal que nos vende el capitalismo de ficción, el individuo plenamente satisfecho, totalmente autosuficiente, exultante de egoísmo hedonista, para el que no hay sueño imposible.

Un día, un terrible accidente le deja vivo de milagro pero le destroza la cara, convirtiéndolo en un monstruo, una especie de "fantasma de la ópera", según sus propias palabras. Acostumbrado a ser el rey de la fiesta, se ve convertido repentinamente en Quasimodo, en Bestia, en Hombre Elefante. De la noche a la mañana su vida cambia por completo. César no consigue aceptar su nueva realidad. Ya conocemos diferentes salidas cuando la realidad no es aceptada: una es el suicidio, otra la locura, otra la irrealidad provocada por las drogas alucinógenas. César elige la posibilidad que le da la técnica a los que pueden permitírselo en la sociedad futura en la que transcurre la película: una mezcla de crionización y sueño inducido permite que viva una vida dentro de su cerebro, una vida virtual de la que es dueño absoluto de todos sus deseos.

De esta forma, la película de 1997 anticipa muchos de los temas que veinte años después son objeto de reflexión en libros como Homo Deus os La Destruction du Réel: el transhumanismo, la búsqueda de la inmortalidad, el moderno Prometeo o la renovación del mito de Frankenstein; la sensación de omnipotencia dada por los avances de la tecnología, y la división de un mundo en dos castas: los ricos/dioses que tienen acceso a esa tecnología y los pobres/parias que se ven cada vez más alejados de ella.

Pero ese "sueño lúcido" (así lo llama LE, Life Extension, la empresa que lo comercializa) no funciona a la perfección y trae "defectos de fábrica". Ya lo sabemos por el mito de Frankenstein o simplemente por la ley de Murphy: siempre hay algo que falla. En este caso, es Freud el que mete la pata: el  subconsciente resulta ser demasiado poderoso como para mantenerse a raya incluso en el sueño lúcido y empieza a jugar malas pasadas, de forma que la realidad virtual no es tan obediente a los deseos como parecía. No somos libre por completos ni siquiera en la realidad virtual...

La película, que recuerda a otras como Matrix, o El Show de Truman, tiene una relación directa con La Vida es Sueño, de Calderón, por la agonía a la que se enfrenta el protagonista ante la permanente duda de si está viviendo un sueño o la realidad. Esta confusión termina enloqueciéndole, teniendo finalmente que decidir si quiere volver a la cruda realidad o continuar en la realidad virtual tras resetearla y realizar los oportunos ajustes.

Es la decisión que nos plantea la película al final: ¿preferimos vivir la realidad tal cual es o inventar otra a nuestro antojo, una vida paralela, un más allá, un paraíso, un cielo que habitar cuando cerremos los ojos?

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Tom Cruise hizo un mediocre remake de esta excelente película titulado Vanilla Sky, que solo se salva por su banda sonora y en concreto por la canción de Bob Dylan "Fourth Time Around".


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