miércoles, 4 de agosto de 2021

Despedida

 


Los límites imprecisos entre la realidad y la ilusión, entre la realidad y el deseo, entre la realidad y la ficción son, desde mi punto de vista, uno de los más hermosos y a la vez dolorosos territorios de la vida humana, zona de arenas movedizas que nos regala la evolución de un cerebro que se resiste a comportarse como un ordenador. Seguimos siendo niños que nos dejamos embaucar por historias, anhelos y deseos, a  pesar de que sabemos que la primera condición para la supervivencia es el conocimiento certero y lúcido de la realidad. 

A lo largo de las páginas de este blog he intentado navegar por esas aguas embarradas, disfrutando de las torrentías, los rápidos y los meandros de lo que es y lo que no es, de lo que no es pero lo parece y de lo que es pero no lo parece, a través de libros y películas que me acompañaron durante una época y a los que me apeteció asomarme desde esta perspectiva. 

Esta lista no se debe a ningún plan concreto, sino al puro azar de los días, que me llevaban de una portada a otra sin más brújula que el capricho o la sorpresa. Este tema es un pozo sin fondo que siempre me seguirá acompañando, pero al que alguna vez tenía que poner fin, al menos desde estas páginas. Aquí queda el recuerdo de horas de placer vividas entre páginas y fotogramas, pobladas de seres de carne y hueso y también de fantasmas, del pan nuestro de cada día y de unicornios azules. 

¿Debemos dejar de soñar con paraísos y ceñirnos a lo real? ¿O debemos permitirnos la ensoñación?

lunes, 12 de julio de 2021

Llamadme Ismail

 


García López, Miguel. 2021. Llamadme Ismail. Extravertida Editorial. 

Llamadme Ismail, mi primera novela, es una novela de aventuras, en el sentido más profundo del término. Aventura, del latín "aventura", del verbo "advenire", lo que está por venir, la incertidumbre de lo no acontecido. De ahí su título, que inmediatamente nos transporta a una de las más importantes novelas de aventuras de todos los tiempos, Moby Dick, con sus terribles peripecias marinas. Hoy en día, si hay una aventura digna de ser llamada así, en toda la extensión de la palabra, es la que emprenden los refugiados al abandonar sus hogares por la fuerza y emprender la búsqueda de un lugar donde vivir en paz. Esa aventura también fue narrada en la Odisea, otro libro de aventuras, donde se narra el periplo de Odiseo para volver a casa tras la guerra de Troya. La mezcla de todas estas historias se funde en Llamadme Ismail, la historia de un refugiado que huye de la guerra de Siria e intenta alcanzar Europa y un lugar donde emprender una nueva vida, pero primero debe volver para salvar a su familia. 

La novela se desarrolla en forma de conversaciones, la primera la mantenida entre Germán, un profesor sevillano, y María, una periodista cordobesa. La segunda, la que se establece entre Germán y Hamza, el hijo de Ismail, que ha emprendido la búsqueda de su padre desaparecido. La tercera, la que se lleva a cabo entre Germán y el mismo Ismail, la más larga, en la que éste le cuenta todo su periplo. La cuarta, la que transcurre en Izmir entre Ismail y los miembros de la casa de acogida que le recibe en Turquía. Las conversaciones se van superponiendo, abriendo y cerrando a lo largo de la novela. La inspiración para darle esta estructura a la novela la tomé de Conversación en la Catedral, de Vargas Llosa, donde el personaje principal, Santiago Zavala, se hace la famosa pregunta: "¿En qué momento se jodió el Perú?", de la misma forma que Llamadme Ismail empieza con la pregunta: ¿"En qué momento se jodió Europa?".

La novela está profundamente apegada a la realidad, y se basa en los terribles acontecimientos provocados por la guerra de Siria iniciada en 2012 y la crisis de los refugiados que provocó y que alcanzó su punto álgido en 2016, cuando Europa decidió dar un portazo y terminar con los más elementales derechos de refugio y acogida. Los refugiados se debaten entre la cruel realidad que les empuja a huir y la esperanza de encontrar un lugar donde ser acogidos. Esa búsqueda de la tierra prometida es otro de los temas recurrentes de la novela:  

"Este lugar, llamado de muy diferentes formas en todas las culturas, Paraíso, Edén, Reino de los Cielos, Tierra Prometida, Campos Elíseos, El Dorado, Utopía, Xanadú, Shangri-La, Shambala… no está en realidad en ningún sitio, pero a la vez está en el fondo de todos nuestros corazones, y tenemos la ocasión de vislumbrarlo en los mosaicos de la Mezquita de Damasco" (p.154). 

Para más información sobre la novela, se puede visitar el blog: 

https://llamadmeismail.blogspot.com/



domingo, 4 de julio de 2021

La Vida Pequeña

 

González Sainz. J.Á. 2021. La Vida Pequeña. El Arte de la Fuga. Anagrama. 

González Sainz reivindica en este ensayo la búsqueda de un lugar donde amar, un lugar donde contemplar y un lugar donde sentir, incluso el dolor. Para ello es necesario aprender a mirar, pararse ante las cosas y reparar en ellas, y en definitiva, asistir a la realidad y asombrarse de todo lo que existe. 

Cuando sabemos mirar y apreciar, surge la verdadera alegría. González Sainz es un defensor de esta alegría, la misma que siempre ha valorado Clement Rosset: la alegría que proviene del amor a lo real. En un principio, la realidad puede producir desengaño, desfallecimiento o desgaste. Puede dejarte derrumbado pero hay que quedarse en ella y huir de las ilusiones y del engaño, huir "a donde se está, huir de lo que nos impide estar donde estamos" (p. 57)

Esto es difícil, porque "somos insensibles y parecidos a sombras, sentenció Hölderlin, y nuestra propensión es al engaño" (p. 58). En muchas ocasiones, el ser humano, se refugia en la ensoñación, no quiere ni siquiera rozar la realidad; solo desea soñar a su antojo, viviendo en una abstracción de belleza y justicia. 

González Sainz quiere huir  justamente hacia el lado contrario: 

"Huir -- antirrousseaunianamente -- a lo real, desbrozar las fantasmagorías y la inacabable filfa del barullo de nuestros días para escabullirse a la ligereza del asiento de lo real" (p. 64). 

 Se trata, pues, de vivir, de vivir con conciencia, deteniéndose, haciendo un pausa para buscar "el fondo duro y rocoso que podamos llamar realidad, la reducción a lo más elemental" (p. 74). Para ello hay que estar en vela, despierto, y buscar la sencillez y la confianza en las horas corrientes de la vida diaria. González Sainz reivindica a Machado y Thoreau. "Solo amanece el día para el que estamos despiertos", decía Thoreau en Walden. 

Ese permanecer despierto y esa conciencia lúcida nos ayudará a mantener la calma porque la realidad está siempre cambiando de rumbo, a su antojo. 

"Todo es a veces su contrario; la felicidad tuerce en el momento menos pensado hacia la desdicha y los dolores que se nos hacían más insoportables franquean de repente sus lindes hacia un consuelo insospechado" (p. 81) "Lo más paradisíaco se vuelve infernal a renglón seguido" (p.82). 

Por ello, es necesario apearse de las Mayúsculas, de triunfo del Espíritu, del reino de la Idea, del Paraíso y la Tierra Prometida. Ya está bien de buscar islas inexistentes. 

"El mundo es sus entuertos y sus tropiezos, igual que uno mismo mal que nos pese.  O los tomas o los dejas, y sanseacabó. ¿Qué sería uno sin sus entuertos?, ¿qué sería el mundo? No seríamos; ni uno ni otro seríamos nada. Hasta Dios, al hacerse hombre, se apeó de su Mayúscula" (p. 85). 

González utiliza muchos verbos para indicar el camino: habitar el instante, templar, ajustar, reducir, sintonizar. Es algo tan difícil y tan sencillo como tener la mente en el lugar y el momento en el que estamos, y no en otro distinto. Liberarse de las ataduras de la Identidad y disfrutar de la alegría. De nuevo, Hölderlin: "la heroicidad que consiste en ser capaces de gustar la alegría" (p. 101). Y para ello, la mejor herramienta es la gratitud. Esa es la manera de preservar la gracia y saber distinguir lo que es bueno y darle valor, de afinar el criterio y el juicio: tener como guías la alegría y la gratitud

Como Montaigne, nuestra vida ha de transcurrir por un continuo estudio de uno mismo, pues en uno mismo está toda la humanidad. Auscultarse con atención, estudiarse, meditar, asombrarse, sorprenderse, decepcionarse. 

González Sainz también acude a Simone Weil, para quien la alegría es la plenitud del sentimiento de lo real. Hablando de Simone Weil, llega el párrafo que con más fuerza he subrayado en el libro: 

"Unos y otros, personas y momentos verdaderamente alegres, asientan sus reales en una aceptación de lo que las cosas son en cuanto que son lo que son y ya está. Lo aceptan y se llenan de ello, lo siente plenamente. La plenitud de ese sentimiento --recordemos-- es la alegría. Pero la alegría no acepta solo lo grato real, que eso lo aceptamos todos; hasta en el dolor, en los peores dolores o duelos y penurias, conservan los verdaderamente alegres el sentimiento de lo real, lo aceptan y asumen y encuentran siempre algo que lo hace más llevadero. La alegría hace llevadero o por lo menos más llevadero lo que es difícil de sobrellevar. Acepta lo lleno, y sobre todo, acepta el vacío. Y quien soporta el vacío ama la verdad; ya no tiene miedo... Saben además las personas verdaderamente alegres que en cada momento de realidad, sea cual sea, ya está todo; está tan lleno que su medida ya está colmada. A la alegría no le falta de nada; ya lo tiene todo, por eso irradia, la alegría se irradia" (p. 131) 

Desgraciadamente, frente a la realidad preferimos la ilusión y las creencias. En lugar de discernir y fijarnos, creemos, "en lugar de huir de los fantasmas nos refugiamos en ellos, encontramos refugio en la virtualidad a nuestro miedo a lo real" (p. 135). Preferimos vivir en la irrealidad y la retórica, en el espectáculo y la fantasmagoría. Hemos de hacer un esfuerzo por volver a lo bajo, a lo común y a lo cercano, al interior de uno mismo, al silencio. Aminorar el ritmo, bajar el volumen, quitarse las máscaras, adquirir la serenidad de una seta. Esa es la sabiduría: no buscar el Edén, sino habitarlo. 


 Reseña (MUÑOZ MOLINA) 

miércoles, 30 de junio de 2021

Los Mares del Sur

 


Vázquez Montalbán, Manuel. 2001. Los Mares del Sur. Biblioteca el Mundo 

Tras leer El Paraíso en la Otra Esquina y The Moon and Sixpence, he querido completar la trilogía sobre la figura de Gauguin y el paraíso de la Polinesia con esta novela de Vázquez Montalbán. 

Los Mares del Sur es también la novela sobre un hombre de negocios, Carlos Stuart Pedrell, que lo deja todo para supuestamente perseguir el mito de Gauguin, con quien se encuentra obsesionado. Desaparece durante un año hasta que aparece muerto. El detective Pepe Carvalho recibe el encargo de averiguar qué ha ocurrido, y sobre todo qué ha estado haciendo durante ese año que le ha conducido a la muerte. 

De Stuart Pedrel sabemos que proyectaba una y otra vez la película Soberbia, basada en el relato de Somerset Maugham. Y que entre sus papeles conservaba los siguientes: el verso de Eliot "I will show you fear in a handful of dust", del poema The Waste Land; el poema de Pavesse Los Mares del Sur, en el que un muchacho adolescente interroga a un marino sobre este paraíso soñado pero el marino le contesta desencantadamente; o el endecasílabo de un poeta italiano, Salvatore Quasimodo, que dice:  Più nessun mi porterà nel sud. (Ya nadie me llevará al Sur)

El amigo de Carvalho, Beser, un "Mefistófeles pelirrojo con acento valenciano" en cuya casa solo hay libros y una cocina, se lo explica así al detective: 

"Todo un ciclo de desencanto: la esperanza intelectualizada de leer hasta entrada la noche y en inverno ir hacia el sur, burlando el frío y la muerte. El temor de que tal vez ese sur mítico sea otra vez propuesta de rutina y desencanto. Y finalmente la desilusión total... Ya nadie le llevará al sur..." (p.91)

"Vaya perra ha pillado la gente con lo del sur. Tal vez tuviera sentido antes de los vuelos charter y los tour operators, pero ha dejado de existir. El sur no existe" (p. 93).

Como Gauguin en la novela de Vargas Llosa, como Strickland en la de Maugham, como Murnau o Quirós en la de Raquel Taranilla, o como los exploradores que buscaban la estrella de los magos en el ensayo de Juan Gil, Stuart Pedrell sufre el mismo dolor: la angustia de no poder soportar la realidad que le rodea y la necesidad de buscar la ilusión en otro lugar que ni quiera sabe si existe de verdad. Y por último, al final, la desilusión. Pero al menos, la satisfacción de haberlo intentado. Porque quizás los mares del sur  consistan simplemente en eso, en querer estar en un lugar diferente al que uno habita.

Le dice Carvallho al hija de Stuart Pedrell, refiriéndose a su padre: 

" -- Nunca llegó a los mares del Sur"

Y esta le responde: 

"-- ¿Usted qué sabe? ¿Dónde están lo mares del Sur? 

-- Cuando su padre se le aparece, ¿le dice dónde estuvo durante todo este tiempo? 

-- No es necesario. Yo sé dónde estuvo. En los mares del Sur. En un lugar maravilloso donde pudo empezar de nuevo"  (p.47)

 Quizás el sur es simplemente la otra cara de la luna, como se dice en otro lugar de la novela, aquello que no podemos ver, pero que nos imaginamos, y ahí reside su encanto, en su irrealidad. 


Reseña (Club Virtual de Lectura) 

Reseña (Blog de Nacho Zubizarreta) 



martes, 29 de junio de 2021

Los Jueves, Milagro

 


García Berlanga, Luis. 1957. Los Jueves, Milagro

Se cumple este año el centenario del nacimiento de Berlanga. Todas sus películas merecen ser revisadas, pero aquí le homenajearemos con ésta, por tratar el tema de los milagros, que ya hemos visto en otras películas como Milagro en Milán y La Canción de Bernadette. En las tres aparece, tratada de formas muy diversas,  la necesidad humana de creer en lo sobrenatural, en algo que nos consuele de la realidad. En este caso, las fuerzas vivas de Fuentecilla se confabulan para hacer creer que se ha producido un milagro en el pueblo para sacarlo de su estancamiento económico y llevan a cabo su plan con más o menos éxito, hasta que finalmente se deciden a dar a conocer su mentira. Pero un extraño que aparece en el pueblo, con dotes de comercial "vendehúmos" y aires de mago de barrio, hace renacer la fe en todos. Nadie en el pueblo quiere creerse que todo fue una gran engañifa. Entonces los milagros comienzan a producirse de verdad: tan solo hace falta una verdadera fe en ellos. 

Da igual quién es finalmente el extraño, si un farsante (como prefiero creer yo) o el verdadero San Dimas (según el final del guion que obligó a colocar la censura de la época). ¿Qué más da? Lo importante es que la gente se lo cree, prefiere tener fe en ello y vivir en esa creencia antes que darle al asunto una explicación racional o investigar lo ocurrido. Es la fe, el hambre de irrealidad, la esperanza, la utopía, la solución a todos los problemas, la ilusión de que todo es posible; esa es la fuerza que arrastra a un pueblo entero a ver lo que no existe, la que mueve montañas. 

Berlanga escuchó la noticia del milagro que se produjo unos años antes en el pueblo valenciano de Cuevas de Vinromá, donde se apareció la Virgen y se organizaron peregrinaciones de miles de personas a ver unas "lucecitas" (1). Raquel Roca, la niña a la que se apareció la Virgen, se convirtió en una nueva Bernadette. Por lo visto, el milagro se produjo después de que la criatura viera la película sobre el milagro de Lourdes, lo cual seguramente la puso en trance. Esta fue la inspiración para Berlanga, que ya había tratado el tema de la increíble capacidad para ilusionarse de todo un pueblo en Bienvenido Mister Marshall.  

Qué ser tan frágil, crédulo y digno de compasión es el ser humano, tan fácil de ilusionarse y engañarse. La procesión / manifestación del pueblo de Fuentecilla corriendo hacia la fuente milagrosa para recoger agua, y posteriormente llevándola a las casas para que se produzcan las sanaciones, es una escena para ver una y otra vez y quedarse perplejo ante la condición y la naturaleza humana: así corremos siempre, en pos de una ilusión, de un milagro. Como dijo Paul Valery: "¿qué sería de nosotros sin aquello que no existe?"


"Es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados"

Mark Twain


(1) Gómez Rufo. 1990. Berlanga. Contra el Poder y la Gloria. Ediciones Temas de Hoy (p. 261) 

Análisis (ENCADENADOS)

Análisis (LA MADRAZA)




sábado, 26 de junio de 2021

La Fragilidad del Mundo

 


Mèlich, Joan-Carles. 2021. La Fragilidad del Mundo. Ensayo sobre un Tiempo Precario. Tusquets.

Mèlich nos advierte en este ensayo acerca de la necesidad de humildad ante la realidad, frágil y huidiza, que escapa a nuestro poder, que no está sometida a nuestra voluntad ni a nuestros intereses. El ser humano necesita sentir que lo tiene todo bajo control, pero debe asumir su finitud, su contingencia, "que no hay un sentido metafísico que nos dé cobijo, que nunca podemos cruzar las puertas del paraíso..." (p. 15). Pero el ser humano se resiste e inventa sistemas simbólicos que le den sentido y coherencia a lo que no lo tiene. Para ello se agarra a la teología, a la política y a la economía, que al crear apariencia de seguridad y verdad, pueden derivar en la violencia de su imposición. Cuando estos sistemas se ponen en marcha, crean herejes, adversarios, rivales: son sistemas en esencia totalitarios, no soportan la duda ni la disidencia. La tecnología es el otro gran asidero para soportar el vértigo que sentimos ante la inestabilidad de la realidad, pero cuya seducción también termina en una nueva forma de totalitarismo, ya que llegamos a creernos que podemos subyugarlo todo. Según Mèlich, el panóptico es el símbolo de la estructura de poder de nuestro tiempo: estamos hipnotizados por la lógica y el yugo de lo útil y lo eficaz, porque nos crea sensación de seguridad frente al caos del mundo; tratamos de controlarlo todo, de no dejar nada al azar. 

"En el año 1791, Jeremy Bentham diseñó la cárcel perfecta, el panóptico. La idea era sencilla y original. Se trataba de organizar un lugar en el que la visibilidad fuera constante, ilimitada y, al mismo tiempo, incomprobable. Consistía en una espacio circular con una torre situada en el centro. Para que pudiera funcionar bastaba con colocar un solo vigilante oculto en el centro. Los reclusos sabían en todo momento que podían ser vistos, pero no sabían si eran de facto vistos en ese momento" (p. 140). 

Pero es necesario aceptar nuestra vulnerabilidad, pues es parte de nuestra condición finita. Somos seres que vivimos en una tensión constante entre lo vivido y lo anhelado, entre la realidad y el deseo, que avanzan a ciegas, sin brújula y sin carta de navegación, en una realidad imprevisible y a la que somos indiferentes. "El mundo pone un límite a la voluntad humana de dominio... No queda más remedio que aceptar que existir es inventarse y asumir cada día el riesgo de precipitarse al vacío" (p.28). 

Es necesario comprender que no hay salida al laberinto, que no hay nada que hacer, para no caer en la angustia, la melancolía o el pánico. 

"Habitar el mundo es intentar establecer un lazo cordial con él, significa aprender a vivir en la vida y el sinsentido, en la inquietud y la extrañeza" (p. 31) 

Debemos adoptar una "razón desvalida", que sospeche del "mito del progreso" y de las utopías; aceptar que la ambigüedad y el sufrimiento son ineludibles, que no hay posibilidad de redención. Para ello, es imprescindible la ética, que es lo que nos permite habitar esa fragilidad. El totalitarismo de los sistemas simbólicos y de la tecnología necesita de la moral, pero la "razón desvalida" necesita de la ética. 

"Un poder es absoluto, o totalitario, cuando no permite la exterioridad o la alteridad, cuando lo explica todo a partir de un único aspecto, cuando no tolera el secreto o el misterio, cuando es onmipresente o ineludible" (p. 182). 

Nuestra sociedad vive bajo el imperio de la prisa y la negación del dolor o el duelo. No quiere que nos detengamos a meditar sobre el silencio, el sufrimiento, el vacío, la enfermedad, la pérdida, la ausencia, la muerte. Pero aceptar la realidad pasa por aceptar que hemos de envejecer y morir (1). En nuestra época, la muerte se ha convertido en tabú y ha sido colonizada por la tecnología. 

Mèlich, en definitiva, propone lo siguiente para habitar la fragilidad del mundo:

"Frente a la razón ilustrada, la razón desvalida; frente al bien, la bondad; frente a la dignidad, la compasión; frente a la conciencia tranquila y el deber cumplido, la vergüenza" (p. 212). 

El sistema quiere educarnos en las competencias, como si fuérámos máquinas; pero sólo somos educados de verdad cuando se promueve una relación con el mundo que nos enseñe a convivir con nuestras emociones, que nos haga conscientes de que no podemos disponer del mundo, que no todo es posible, que nos aleje de la arrogancia.  

"Ya va siendo hora de que darse cuenta de que habitar el mundo es habitar una duda, un respeto y una indisponibilidad, un laberinto del que no se sale y que yace oculto en la claridad del mediodía. Para habitar el mundo hay que aceptar el vértigo del devenir y la fragilidad del ritmo disonante de las cosas. Para habitar el mundo hay que desconfiar de los que prometen convertirlo en un idílico paraíso en el que todo encaja y en el que reinan el orden y la justicia. Para habitar el mundo hay que persistir en las carencias, en las pérdidas y en los deseos, y olvidarse de tantas utopías y heterotopías, que no dejan de ser dispositivos que fabrican los sistemas simbólicos para que estemos sosegados y no importunemos" (p. 214). 

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(1) Mèlich menciona dos interesantes relatos sobre la muerte: La Muerte de Iván Illich de Tolstoi y Los Muertos de Joyce.                                                                                                                                                                                                                                                                              

Reseña (BABELIA) 

Reseña (THE NEW BARCELONA POST) 


martes, 15 de junio de 2021

The Moon and Sixpence


 Maugham, W.S. 1995. The Moon and Sixpence. Dover Publications, Inc. 

La lectura de la novela de Vargas Llosa El Paraíso en la Otra Esquina me ha generado un gran interés por la vida de Gauguin, por tratarse de una personaje tan peculiar que abandonó su vida burguesa de una forma radical para dirigirse en busca de un sueño y un posible paraíso. Somerset Maugham también abordó la vida de este pintor desde un punto de vista muy personal, pues en este relato corto nunca cita a Gauguin de manera expresa, pero las coincidencias de la vida de un supuesto pintor inglés llamado Charles Strickland son indudables con la vida de Gauguin, por lo que en cierta manera es otra especie de biografía novelada de la vida del pintor, con las licencias literarias que Maugham quiso tomarse. 

Maugham pone el énfasis en un hombre poseído por una especie de demonio del que no sabe ni quiere liberarse. "I got again more strongly the impression of a man possesed. He did not seem quite sane... He lived in a dream, and the reality meant nothing to him" (p.57). 

Strickland / Gauguin es una hombre con dos obsesiones. Por un lado, pintar lo que ve: "I only want to paint what I see" (p. 58). Y por otro, el  sueño de un paraíso perdido en una isla remota: "Sometimes I've thought of an island in a boundless sea, where I could live in some hidden valley, among strange trees, in silence. There I think I could find what I want" (p. 58). 

El narrador de la novela persigue a Strickland / Gauguin, por un lado aborreciendo a alguien dotado de un egoísmo sin límites que no tiene escrúpulos morales de ningún tipo con tal de conseguir su sueños y por otro lado fascinado por la psicología de un personaje poseído por una ambición tan fuerte y a la vez tan insondable. 

"I do not know what infinite yearning possesses you, so that you are driven to a perilous, lonely search for some goal where you expect to find a final release from the spirit that torments you. I see you as the eternal pilgrim to some shrine that perhaps does not exist. I do not know at what inscrutable Nirvana you aim" (p. 114) 

Strickland / Gauguin es una persona que no acepta su realidad y necesita escapar de ella, en permanente fuga. Esa huida necesita valor y coraje, y esa es la parte del personaje que nos atrae. Por otra parte, esa necesidad de huir a toda costa, le hace llevarse por delante lo que haga falta sin reparar en daños, y eso nos escandaliza y repugna. Esta mezcla de sentimientos lleva al narrador finalmente a la compasión, porque ve a una persona esclava del ansia que la consume. Estos sentimientos ambivalentes me ha recordado al personaje de Madame Bovary

"I have an idea that some men are born out of their due place... Perhaps it is this sense of strangeness that sends men far and wide in the search for something permanent , to which they may attach themselves" (p. 135). 

 "He was eternally a pilgrim, haunted by a divine nostalgia, and the demons within him was ruthless. There are men whose deisre for thuth is so great that to attain it they will shatter the very foundation of the world. Of such was Strickland, only beauty with him took the place of truth. I could only feel for him a profound compassion" (p. 147) 

Finalmente, en la Polinesia, Strickland / Gauguin encuentra el paraíso que buscaba y lo pinta en las paredes de su casa. 

"It was strange and fantastic. It was a vision of the beginnings of the world , the Garden of Eden, with Adam and Eve -- que sais-je? -- it was a hymn to the beauty of the human form, male and female, and the praise of  Nature, sublime, indifferent, lovely, and cruel" (p. 158) 

¿Por qué decide quemar su obra una vez encontrado el paraíso? Esta necesidad de quemar el sueño una vez conquistado me recuerda al Libro de las Ilusiones de Paul Auster. Quizás al artista que busca en el arte simplemente la necesidad de una realización personal y una forma de expresar su inquietud le da exactamente lo mismo lo que posteriormente pueda ocurrirle a su obra, pues ya ha cumplido su función: la consecución de un sueño. 

"He had achieved what he wanted. His life was complete. He had made a world and saw that is was good. Then, in pride and contempt, he destroyed it" (p. 159).