La clave del atractivo que tiene este libro radica en la fascinación que todos sentimos por atrapar y comprender un instante concreto que por alguna razón se nos antoja importante, sorprendente, increíble, impactante, incomprensible. La vida está hecha de momentos fugaces: la mayoría de ellos escapan a nuestra conciencia y quedan olvidados pasa siempre. Otros, los menos, permanecen anclados en nuestra memoria por diferentes razones y no podemos deshacernos de ellos. En algunas ocasiones, el motivo es obvio, y es porque ese segundo supuso un momento crucial en nuestra vida: un accidente terrible, un encuentro fundamental, un desencuentro traumático, un acontecimiento desconcertante. En otras ocasiones, no sabemos por qué: aparentemente es una escena anodina, una conversación intrascendente, quizás un destello de felicidad.
Lo cierto es que esos momentos se vuelven recurrentes, y a veces nos empecinamos en lograr entenderlos: por qué hice o dije aquello, por qué me miraron así, por qué decidí salir de allí en aquel momento, por qué me subí a aquel tren, por qué rechacé aquel beso. Revisamos ese instante como una película, una y otra vez, deseando apreciar en el enésimo rebobinado una nueva pista, un detalle que antes no tuvimos en cuenta, un matiz que pasó desapercibido. Es la necesidad de comprender, de dar sentido.
Esto le ocurre al narrador de la novela. Se obsesiona con un instante concreto, y la magia del libro es que nos contagia esa obsesión, y como en la mejor novela de detectives, necesitamos avanzar con urgencia para saber qué ocurrió exactamente en aquel preciso instante, por qué ocurrió y por qué actuaron así sus protagonistas. Este que reproduzco a continuación es el instante, el momento que le cuenta Rafael Sánchez Ferlosio al narrador, la piedra angular de todo el libro:
" En algún momento mi padre oyó un ruido de ramas a su espalda, se dio la vuelta y vio a un miliciano que le miraba. Entonces se oyó un grito: "Está por ahí?" Mi padre contaba que el miliciano se quedó mirándole unos segundos y que luego, sin dejar de mirarle, gritó: "¡Por aquí no hay nadie!", dio media vuelta y se fue." (p.20)
La obsesión por entender qué fue exactamente lo que ocurrió allí es la guía de toda la novela. Como telón de fondo, el horror de la guerra civil, sus causas y sus consecuencias. Pero lo que nos hace avanzar en la lectura es esa fascinación por el instante exacto. Esa misma atracción es la que nos cautiva en las buenas fotografías. El instante atrapado en una foto apela a nuestra más profunda curiosidad: ¿qué hacían esas personas allí en ese momento? ¿qué pasaba por sus cabezas? ¿qué les ocurría unos segundos antes y qué unos segundos después?
De cada álbum de fotos familiar podrían secarse un buen puñado de novelas, así como de las obras de los buenos fotógrafos, que nos llevan a querer conocer la historia que hay detrás de cada fotografía. Por ejemplo, la película La Sal de la Tierra (2014), de Wim Wenders, sobre la vida y obra de Sebastiao Salgado, en la que el mismo Salgado nos cuenta la historia que hay detrás de sus mejores fotografías, muchas de ellas de guerra y exterminio, por cierto. O la obra de Robert Capa, una de cuyas fotos es la ilustración de la cubierta de la edición original de Tusquets.
¿Por qué esta fascinación por el instante? Todos sabemos, consciente o inconscientemente, que la vida no es más que eso: la suma de millones de instantes. Algunos de ellos no tienen importancia alguna, pero en otros nos jugamos la vida precisamente, y es en éstos donde la interpretación de una mirada, la elección de una u otra dirección o el mero azar nos lleva a un destino totalmente diferente. A veces la vida entera se decide en ese momento, en la cara o la cruz, en el pulgar hacia arriba o hacia abajo. Recordemos la excelente Match Point (2005) de Woody Allen, en la que todo se juega en la dirección que toma un simple anillo en el momento de caer. El instante es lo único que es objetivo, en él se encuentra la eternidad y la verdad y todo lo que somos. Por eso necesitamos diseccionarlo y analizarlo, para comprenderlo y digerirlo.
Está claro que esta obsesión por atrapar el momento persigue a Cercas, pues en otro de sus libros, Anatomía de un instante (2009), desmenuza la imagen de TV en la que Adolfo Suárez y Santiago Carrillo permanecen sentados en sus escaños mientras Gutiérrez Mellado increpa a Tejero y los diputados se esconden bajo sus butacas. Una imagen que pertenece a nuestra conciencia colectiva y a la que todos hemos dado muchas vueltas infinidad de veces.
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Cercas, J. 2009. Anatomía de un instante. Ed. Mondadori.
Reseña del libro de Mario Vargas Llosa
La memoria en 'Los soldados de Salamina"
En este enlace se puede ver La Sal de la Tierra:
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