Los equívocos caminos de la ilusión y la realidad a través de la filosofía, la literatura, el cine, el arte, el periodismo y la ciencia
lunes, 7 de enero de 2019
Don Juan Tenorio
Zorrilla, J. 1979. (7ª ed.) Don Juan Tenorio. Taurus.
Clement Rosset afirma, cuando analiza las bases de la locura, que "tomar en consideración lo que no existe, actitud característica de la sensibilidad romántica, si se la considera en un sentido muy amplio e intemporal, es también y ante todo el principio general de toda locura" (1). La locura nos hace crear fantasmas, que son necesarios si queremos mantener la diferencia entre un hombre y su cadáver: "Tomad mi cuerpo, os pertenece; pero dejad de lado, os lo ruego, esta parte de mí que no está muerta y no os pertenece. No enterréis mi fantasma" (2).
Los espectros aparecen para demostrarnos que hay algo más allá de la muerte, y nos recuerdan la existencia de otra vida diferente a esta. Don Juan, al igual que Hamlet, ve espectros. No uno, sino muchos. Y además, en un principio, les planta cara y no se amilana ante ellos. A diferencia de Hamlet, no es cobarde, ni depresivo, ni dubitativo, ni procrastinador, ni triste. Dice de él Camus:
"¿Don Juan es triste? No es verosímil. Apenas apelaré a la crónica. Esa risa, la insolencia victoriosa, esos saltos y la afición a lo teatral son claros y alegres. Todo ser sano tiende a multiplicarse. Así le sucede a Don Juan. Pero, además, los tristes tienen dos motivos para estarlo: ignoran o esperan. Don Juan sabe y no espera...Esta vida le colma y nada es peor que perderla. Este loco es un gran sabio" (El Mito de Sísifo).
La ristra de adjetivos que tanto Tirso de Molina como Zorrilla le regalan es opuesta a los que se le podrían atribuir a Hamlet, e infinita, como hace ver García Pavón en el prólogo a esta edición: "castigo de mujeres, engañador, gozador, cruel, burlador de España, langosta de mujeres, Lucifer, profanador, víbora, traidor, cobarde, vil caballero, desatinado, hijo inovediente, de maldad ligera, fiero enemigo, homicida de honras, alevoso, detestable, loco, pirata, diablo en carne mortal, peor que el fuego, aborto del abismo, jugador con ventura, monstruo, vil, audaz y malvado, orgullo necio de necio desenfreno, monstruo de liviandad, hijo de Satanás, libertino, sin alma, sin corazón, una furia, osado, hombre infernal, alma impura, calavera, escandaloso, engañador, atropellador de razón, escarnecedor de virtud, burlador de la justicia, vendedor de mujeres, orgulloso, demonio".
¿Cuál es el peor castigo que se le puede infligir a un ser así? Ya que no obedece por las buenas, habrá que volverle loco, hacerle confundir la realidad con la imaginación. Esa es la venganza que se ejerce sobre Don Juan. Es algo así como la lobotomía que se le practica a Randle MacMurphy, un espíritu libre que nada a contracorriente, en Alguien Voló sobre el Nido del Cuco o la tortura practicada sobre Winston Smith en 1984 hasta que declara su amor al Gran Hermano. Los tres son salvados a costa de hacerles perder su lucidez y su contacto con la realidad. Por eso es por lo que podemos llegar a sentir compasión por un ser tan vil y despreciable. Las palabras de Don Juan suplicándole al espectro de doña Inés reflejan el desconcierto y aturdimiento que siente ante la aparición de tantos espectros:
"Tente, doña Inés, espera.
Y si me amas en verdad,
hazme, al fin, la realidad
distinguir de la quimera.
Alguna más duradera
señal dame, que segura
me pruebe que no es locura
lo que imagina mi afán,
para que baje don Juan
tranquilo a la sepultura.
Mas ya me irrita, ¡por Dios!
verme de todos burlado,
corriendo desatentado
siempre de sombras en pos" (p. 366)
Más tarde, en el panteón, dice:
¡Jamás creí en fantasmas...! ¡Desvaríos!
Más del fantasma aquel, pese a mi aliento,
los pies de piedra caminando siento,
por doquiera que voy, tras de los míos.
¡Oh! Y me trae a este sitio, irresistible,
misterioso poder...
¡Falta de allí su estatua...! Sueño horrible,
déjame de una vez... ¡No, no te creo!
Sal, huye de mi mente fascinada,
fatídica ilusión... Estás en vano
con pueriles asombros empeñada
en agotar mi aliento subrehumano.
Si todo es ilusión, mentido sueño,
nadie te ha de aterrar con trampantojos;
si es realidad, querer es necio empeño
aplacar de los cielos los enojos.
No; sueño o realidad, del todo anhelo
vencerle o que me venza; y si piadoso
busca tal vez mi corazón el cielo,
que le busque más franco y generoso.
La efigie de esa tumba me ha invitado
a venir a buscar prueba más cierta
de la verdad en que dudé obstinado...
Heme aquí, pues; Comendador, despierta" (p.374)
Don Juan es presa de la peor tortura: no consigue diferenciar ilusión de realidad, él, que ha sido el hombre más realista y apegado a la tierra. Actualmente, desde Freud, son voces internas las que nos torturan, como la de de Riggan en Birdman, o la de Herbal en El Lápiz del Carpintero. Antes, en el Romanticismo, eran espectros. Ante ellos, finalmente, Don Juan cede, pasa por el aro, se rinde y cree. Solo la locura le salva de ser condenado.
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(1) Rosset, C. 2008. Principios de Sabiduría y de Locura. Marbot Ediciones (p. 83)
(2) Ibid., p.156
Don Juan, ante el milenio
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